Los sistemas de control se definen como sistemas con retroalimentación, en los que parte de la variable de salida se retroalimenta a la entrada, ya sea directamente o de forma modificada. En el ámbito técnico, el término «control» se define según la norma DIN 19226 de la siguiente manera: «El control es un proceso en el que una variable, la variable controlada (en el sentido de la variable a controlar), se registra continuamente, se compara con otra variable, la variable de referencia, y se ve influenciada en términos de alineación con la variable de mando».
Sin embargo, conocemos los sistemas de control no sólo en entornos técnicos, sino también en entornos económicos, biológicos y sociales, así como en entornos combinados.
Por control en circuito cerrado entendemos un proceso continuo en el que la variable controlada (el valor real de la variable de salida) se compara continuamente con un valor de referencia y la diferencia se introduce en el proceso de control futuro como valor de retroalimentación, es decir, el proceso puede ajustarse continuamente. Esto debe distinguirse del control como desencadenante selectivo del cambio. En un proceso de control, el punto de referencia y el elemento de control están fuera del sistema a controlar, a diferencia de lo que ocurre en un control en circuito cerrado.
Muchas organizaciones se gestionan en un sentido de control. Desde un lugar central se dan instrucciones a la plantilla, que luego las ejecuta. En los entornos dinámicos y complejos, sin embargo, este principio de gestión del control alcanza sus límites, mientras que los mecanismos de regulación pueden mostrar su fuerza precisamente aquí. Son útiles los acuerdos de objetivo con el principio SMART, un buen proceso de toma de decisiones y el trabajo ágil. También desempeña un papel importante la estructura organizativa adecuada.
Algunos líderes no ven que son parte del sistema que dirigen, por lo que son reguladores.
Existen sistemas de reglas con efecto reforzador y sistemas de reglas con efecto estabilizador.